25 may 2014

LA DÉCIMA.

   Décima a décima de segundo y entre el minuto 15 y el 93, yo los habría "asesinado" a casi todos. Me exasperaban. Me parecía inconcebible que nuestros jugadores poco hicieran a derechas.
   Empezamos bien, aceptablemente bien. Cosa que en nuestra historia reciente no suele ser algo propicio, pues no sé por qué encantamiento, solemos jugar y salir triunfadores cuando lo hacemos de menos a más. Cuando es al contrario..., mal asunto. Y pensado y ocurrido. Sobre el minuto 15 el atlético empezó a coger el timón del encuentro. No duró mucho esa nueva capitanía y desde entonces y hasta el final de la primera parte, parecía que ese timón no lo gobernaba nadie y lo que es aún más preocupante, que nadie lo quería tomar.
    A los puntos, incluso diría que a las décimas, fuimos mejores en esta primera parte, pero nada especialmente destacable salvo los continuos errores de los nuestros, sobretodo en lo que al último o penúltimo pase se refiere.
   Y el Atlético?. Pues aún peor. Pero con una salvedad, fue puro atlético. Acciones defensivas que rozan, cuando no superan constantemente la ilegalidad, y un sólo "remate" a puerta que supone un gol. Y puse las comillas porque decir que Godín remató, es como pensar que por hacer una casa de lego, uno es arquitecto. Porque el héroe atletico saltó de espaldas, el balón le dió en la cabeza y tras la pésima salida de Casillas, el balón entró llorando a la portería.
   Un gol, suficiente para un equipo que se ha hecho campeón de liga con una media no muy lejana a un gol por partido disputado. Después sólo han tenido que sufrir durante el resto del encuentro y encomendarse a Courtois, su mejor jugador de aquí a Roma.
    Ahora bien, dicho todo lo anterior, toda la falta de fútbol, de precisión y de jugadas dignas de mención, fue compensado sobradamente con intensidad, lucha, pasión máxima y garra. El miedo atenazaba a la valentía, pero este miedo convertía a ambos equipos en "gatos panza arriba".
    Lo curioso de esta situación es que cuando cierta luz asomaba por el horizonte del partido en forma de gran jugada o buena ocasión blanca, eran los propios jugadores los encargados de apagarla. Y para muestra la ocasión creada y fallada increíblemente por Bale.
     Con rabia contenida y décimas de fiebre por unos nervios a rebosar por mi parte, empezó la segunda parte tras un descanso que se tornó eterno.
     La superioridad blanca fue más notable y visible conforme avanzaban los minutos, especialmente en lo que a número de ocasiones y claridad de las mismas se refiere. Es cierto que el Atlético sorprendió con unos primeros minutos más ofensivos, pero duró muy poco y apenas merodearon el área de Casillas.
    El dominio en todas las facetas de los nuestros subió muchísimos peldaños cuando Ancelotti, por fín, se dio cuenta de su error, y sacó a Isco y Marcelo a escena.
    El partido se fue convietiendo en un frontón en donde el Atlético sólo podía perder el tiempo y sacar balones de su zona de peligro. 
    Eso en el partido, porque en mi casa no hacía más que dar vueltas alrededor de cuanto mueble se cruzaba en mi camino y os puedo asegurar que pocos metros menos recorrí que los jugadores. 
    Conforme pasaban los minutos, mis nervios e ira aumentaban exponencialmente. Controlábamos el partido, generábamos ocasiones, teníamos atenazados a los rojiblancos..., pero el balón no entraba. Y no sólo no entraba, sino que Benzema seguía tan inoperante como los últimos encuentros, sólo un par de combinaciones durante los 90 minutos a destacar. Bale igual que el resto de la temporada, sumamente egoísta y chupón. CR7 completamente desaparecido.... Y Dí María tan acelerado, como poco acertado en sus decisiones (cuando hay que regatear, centra; cuando hay que centrar, tira; cuando hay que tirar, pasa;...) e incluso acciones. Aunque no es menos cierto que especialmente éste último fue un estilete contra las filas atléticas. Lo dicho al principio, los habría "asesinado" a casi todos.
   Y cuando más maldecía a todo lo que me rodeaba, cuando más rendido estaba, llegó el córner del remate a gol de Sergio Ramos. Como ven, no he puesto comillas a la palabra remate, pues éste si lo fue. Colocado, preciso, fuerte,... espectacular.
    La justicia se personó en forma de un sevillano eterno. La décima era nuestra. Y era nuestra porque al equipo rival no le quedaba nada que ofrecer. Es un equipo que "sólo" tiene esfuerzo, un arma tan válida y respetable como cualquier otra. Pero que es finita. El desgaste se acaba pagando y más con el sobreesfuerzo realizado ayer, del ya de por sí sobreesforzado equipo. Algo de mérito tendrán los blancos al haber desgastado más de lo normal a su rival y no haberles dado un sólo segundo de respiro.
    El atlético estaba desfondado y sus anteriores pérdidas de tiempo como reacción a cualquier roce, pasaron a ser calambres de verdad.
    Había una prórroga por delante con un atlético mermado física y psicológicamente, y un Real Madrid cansado, pero con una tendencia ascendente y una superioridad insultante. Sólo quedaba por saber el resultado final de la victoria blanca. Un contundente, aunque algo exagerado 4-1 fue la respuesta final. Fuimos una apisonadora. Nuestro espíritu luchador y encomiable venció merecidamente.
     Y por fin el pitido final. Alguna lágrima rodó por mi cara, mis nervios se desvanecieron y la felicidad absoluta invadió mi alma. A gritar, reir, zapping a diestro y siniestro para poder ver la celebración desde todos lo ángulos...., y algo de alcohol. Alcohol que de haber sufrido algún control policial, algunas décimas hubiera dado. Décimas por la décima!.
     Felicidades a todos los madrileños, de cualquier equipo, por todo lo que representó la final. Ganó el Real Madrid en particular, pero más importante aún, Madrid y España en general. Felicidades más específicas también al atlético y los atléticos, un dignísimo rival.
    Pero por encima de todo esto, ganamos todos los madridistas. Todos los blancos del mundo. Ganó el Real Madrid, el mejor equipo y el más universal. Ganó el mundo, enhorabuena a todos!. 

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