7 jul 2014

DETALLES, DON ALFREDO, DETALLES (mi sentido y humilde homenaje a D. Alfredo Di Stéfano).

    En ocasiones la vida te orienta con pequeñas señales y siempre las grandes hazañas se consiguen con un sumatorio de pequeños detalles.
    Vengo de una familia poco futbolera en donde les salí rana. Mi padre nunca dio importancia a ese deporte y no recuerdo una sola conversación por el mismo hasta mi obcecación por tan noble disciplina.
    No obstante y como es lógico por los tiempos en que corrió mi infancia (nada de video consolas y tecnologías autistas) el fútbol empezó a entrar en mi vida en forma de partidos en el "cole" o en "la plazoleta" de mi barrio.
   Creo recordar que la primera vez que oí hablar de Di Stéfano fue cuando mi padre le mencionó mientras veíamos una película en la tele en la que él salía. Pero lo que me llamó la atención es que mi padre le llamó Don Alfredo. Don. 
   Después me contó que fue un gran futbolista del Real Madrid, el mejor del mundo, y que ganó muchas copas. Yo apenas tendría 5 ó 6 años y seguían dándole vueltas al "Don".
      Con el paso del tiempo y conforme mi afición al fútbol en general y al Real Madrid en particular fue en aumento y mi conciencia social también, su nombre fue más común en mi vida. Si bien, como dije, en mi casa de fútbol poco o nada. 
    Pero sólo de fútbol, porque todavía recuerdo perplejo, y lo sigo haciendo cuando vuelve a salir el tema, como mi madre habla con total normalidad de las veces que habló con el mítico 9, Puskas, Gento (cántabro como ella),... y todo porque mi familia por parte de madre tenía un bar en la calle Lope de Rueda número 40 de Madrid y el gran hispano-argentino vivía en el 38 ó 36 (nunca me lo dijo con precisión) de la misma calle. Todos los días iba a desayunar a su bar, o a tomar algo tras los entrenos o antes de acostarse, en ocasiones sólo y en otras acompañado por sus compañeros de fatigas. Eran otros tiempos. Eran otro tipo de estrellas. Menos endiosadas, más cercanas. Más humanas.
    Me dice con cierta sonrisilla como cuando se cruzaban por la calle le solía saludar con un "Ey joven"!.
    En ocasiones me contaba, y en breve cuando vuelva a verla la pediré que lo vuelva a hacer, como aunque eran algo menores tanto ella como sus amigos, quedaban para ir al Retiro a dar una vuelta con ellos, junto a Paco Valladares (actor español que por edad la mayoría de ustedes no conocerán) entre otros más de similar fama o sin ella, pero que formaban parte de su círculo de amistades juveniles. Lo dicho, era otra época.
    Embuido ya plenamente en el mundo del fútbol y del Real Madrid, empecé a comprender ese "Don" que dijo años atrás mi padre y que nunca deja de mencionar cuando habla de él. Pasaba del fútbol, lo veía conmigo simplemente porque era su hijo, pero la verdad, nunca se entusiasmó por ese deporte más allá de mi felicidad. Pero cuando menciona a Alfredo, nunca le faltaba el "Don" delante. Sólo con él.
    Empecé a visionar sus jugadas, ver los partidos (o los tramos que me dejaban) del gran Real Madrid de los años 50. Escuchar con interés sus comentarios, obervas sus logros como entrenador,... y vivir ya con cierta, aunque excasa cordura, como subió a los que a mi me empujaron ya definitivamente al hipnótico mundo del balón pie. La Quinta del Buitre.
    Mi padre tenía razón. No era el mejor jugador de la historia, no era un mito viviente. No era la imagen del Real Madrid, su emblema, su presidente de honor. Era simplemente Don Alfredo. Un "don" que acaparaba eso y mucho más.
    Años más tarde, muchos años más tarde, tuve la suerte de comer en un par de ocasiones en el restaurante del Real Madrid con el gran Paco Buyo. En una de esas comidas, la segunda, tuve el inmenso honor de comer muy próximo a Don Alfredo. En honor a la verdad, estaba en la mesa de al lado. Buyo se dio cuenta de mi cara al verlo y me confirmó con cierta sorna que sí, que era él. Hizo ademán de presentármelo, pero estaba hablando con una mujer (su biógrafa) y enormemente avergonzado y ruborizado le dije insistentemente que no. Craso error. Una vez finalizada nuestra comida (acabamos antes) sólo pude pasar por su lado, hacerle una reverencia, desearle buen provecho y no dejar de mirarle, con el disimulo que podía, hasta que las paredes me impidieron seguir haciéndolo. Nunca me podré perdonar el no haber dejado a Paco que me lo presentara. Hace falta ser gilipollas.
    Parecía una coña. Estaba con Buyo, un ídolo al cual durante muchos años tuve a escasos metros de mi todos los domingos en el Bernabéu (y otros campos) mientras me desgañitaba animando a mi madrid desde el fondo sur. Un jugador que formó parte de mi vida "en vivo y en directo", pero con el que sentí pavor fue con "el viejo". Don Alfredo.
    Enlazando con el principio, la vida es un sumatorio de pequeñas acciones y la grandeza se logra a base de pequeños detalles.
    Él fue el mejor jugador de todos los tiempos; el más completo dicen. Jugó en una época en la que nadie apenas tenía televisión. No me puedo tan siquiera imaginar a donde hubiera llegado de haber nacido 10, 20, ó 30 años después o con los medios y el merchandinsing actual.
    No sólo fue el más grande, sino también discreto, humilde y todo un ejemplo. Emblema y santo y seña del Real Madrid. No le quedó más remedio que esperar a irse tras conseguir su club la ansiada décima. El jugador 10, que siempre portó el 9.  Detalles, cientos de detalles que le hizo universal.
    Igual que cientos de pequeñas coincidencias que me llevaron hasta comer muy próximo a él hace unos 3 años.
    Mi padre me lo dijo, mi madre me lo enseñó, la vida me lo demostró. Gracias por todo DON.



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