Corría el mes de diciembre del año 2012. Las huestes del Rey Florentino se enfrentaban a las beligerantes del Marqués de Cerezo. Las gélidas temperaturas obligaban a los testigos del épico enfrentamiento a arroparse hasta el extremo de auto-dificultarse la movilidad por la cantidad de ropaje aderezado.
El frío ambiente reinante y la tensión dominante de los espectadores no presagiaban buenos augurios. Las buenas batallas efectuadas por las tropas del Marqués y la victoria unas horas antes de su aliado natural sarraceno, podrían generar cierto nerviosismo en el ejercito real.
Los asistentes a tan magno acontecimiento no podíamos más que dejarnos el alma (y la salud por el frío) animando a los nuestros para intimidar a la milicia enemiga y empujar con nuestro aliento las acometidas y acciones de los nuestros.
El juez enviado por el Papa concedió la venia para el comienzo de las hostilidades.
Excesivas precauciones por parte de ambos contendientes. Todos más pendientes de cubrirse tras sus parapetos, que de intentar hacer daño al oponente.
Las tropas del Marqués intentaron entrar por el flanco izquierdo, pero resultó infructuoso, hasta más allá del minuto 43 nada más se supo de la ofensiva del ejército rojiblanco.
Mientras tanto los tercios reales, picas en mano, avanzaban poco a poco. Muy poco a poco, pero firmemente. Algunos en escasas ocasiones dejaban la seguridad de la formación y daga en mano intentaban sestar mortíferas punzadas a los enemigos. Estas pequeñas incursiones apenas hicieron daño en cuanto al devenir de la batalla, pero el lento avance y esas pequeñas correrías empezaban a empujarles contra el barranco que tenían a su espalda.
De entre toda la mesnada de ambos bandos destacaba una figura melancólica, triste, como ida. Curtida en mil batallas y siempre en el ojo del huracán. CR7 le llaman.
Se partió en todos los frentes abiertos. Defendió como el mejor baluarte a sus compañeros. Participó magníficamente en la retaguardia, en la dirección y en el frente. No dejó a un sólo compañero de armas sin ayudar. Se dejó el alma en todas sus acciones e iluminó el sólo la oscura batalla. Daba igual donde estuviera el epicentro bélico, delante, detrás, en el flanco derecho, en el izquierdo,... allí siempre estaría él.
Sus compañeros, enardecidos por sus acciones, no pudieron menos que gritar "Cristiano y cierra Bernabéu"!.
La batalla entraba en un momento crucial. En una de esas pequeñas batidas del ejército blanco se vio el momento idóneo de hacer entrar en escena a los arcabuceros. Como no, dirigidos por el caballero de la triste figura.
No sólo fue el momento oportuno, sino que encima varió ligeramente la táctica para en vez de basarse únicamente en la potencia de fuego, hacerlo también en la precisión en el tiro. No pudieron salir mejor las cosas. Las tropas de Su Majestad abrieron el frente atlético en dos, causando ya no sólo gran número de bajas, sino también un considerable desconcierto en la facción rival.
Las pequeñas razias pasaron a ser más numerosas aunque sin los resultados esperables. No obstante seguía predominando la defensa de la posición, más que el avance.
El enviado Papal decidió dar un descanso.
Tras esta breve tregua las hostilidades comenzaron de nuevo y quién sabe si azuzados por el Comandante blanco D. "Francisco de Melo", que 40 minutos antes de la batalla salió a comprobar el terreno, o por el "capitán Ronaltriste", las huestes blancas avanzaron posiciones y sus ataques empezaron a ser más dañinos y numerosos.
Quizás embriagado por la valentía de Ronaltriste, se unieron a él de manera majestuosa los quintos Özil y Benzema. Especialmente el primero.
La batalla ya estaba ganada, sólo hacía falta rematarla. Y el fin llegó con un nuevo empuje dirigido por los 3 protagonistas.
Ya sólo quedaba acabar con los restos del ejército invasor y tras la estocada final, surgieron los únicos 10 minutos entretenidos de la contienda, en donde el caballero Benzema brilló sobremanera con acciones individuales que dejaron mortales heridas en sus numerosos rivales.
Pero esos 10 minutos fueron desapareciendo conforme las tropas del Marqués izaban la bandera blanca.
Tras 14 años de intentos de asaltos, nuestro imperio sigue firme y sus bajas aún más numerosas. Es verdad que la batalla fue una auténtica tabarra soporífera. Un enfrentamiento cruel y muy trabado. Una oda al aburrimiento y a la falta de continuidad. Una batalla trabada, visceral y "sangrienta". Lo importante era ganar, daba igual como.Pero nuestra patria quedó limpia y fueron expulsados de tan sagrada tierra los infieles del otro lado del río.
Dios salve al Madrid y guarde para siempre a este "capitán Ronaltriste". 1000 batallas, 1000 victorias.
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