20 nov 2011

REY NO, EMPERADOR.

   Que somos el equipo rey es algo que todos sabemos, de España, de Europa y del mundo. Por esta misma regla, al incluir Europa y al mundo ya podría haber dado por hecho que éramos emperadores, pero no ha sido hasta el partido de hoy cuando realmente lo he podido confirmar. Con una somera, irreal e incompleta descripción, se podría decir que el emperador es el rey de reyes. Es aquél quién gobierna sobre todo y todos, la última instancia de poder, quién concede o quita sin que nadie le pueda reprochar nada, quién hace y deshace a su antojo.

    Tras el partido de Valencia me ha quedado claro que personajes como Carlo Magno o Carlos I entre otros, serían meros peleles al lado del Real Madrid. Nunca antes ningún ser ni entidad ha sido capaz de dominar y mandar sobre tantas facetas, algunas tan contrapuestas que no son explicables de manera racional.
   El Real Madrid fue capaz de frenar el fuerte y arrollador ímpetu inicial del equipo valencianista en apenas 4 minutos, los consiguió borrar del mapa (con menos brillantez de lo que últimamente nos tenía acostumbrado), e igualmente consiguió meterlos con alfombra roja y por la puerta grande. Al mismo tiempo convirtió a algunos jugadores del equipo "Che" en actores de la categoría de los barcelonistas con concesiones de un árbitro que a la vez observó con mayor claridad acciones en vivo que en la televisión son, como mínimo, conflictivas. Merecimos ganar y a la vez que nos empataran. Nos sobrepusimos al cansancio acumulado tras los partidos de las correspondientes selecciones nacionales, a la vez que por momentos parecíamos adormilados. Los tuvimos arrodillados a nuestros pies justo cuando los levantábamos amablemente. Provocaba nuestro entusiasmo y ganas de más fútbol para ver como les metemos más goles, a la par de nuestros rezos para que todo acabara. En la primera parte se pudo ver algo de fútbol, mientras ensayaban para una segunda que parecía una película bélica de serie "z". Confirmado, nosotros decidimos cómo, cuándo y dónde. Eso sí, cómo ganamos, cuando ganamos y donde ganamos.
    A modo de resumen se podría decir que tras apaciguar el arreón inicial del Valencia, empezamos a dominar el encuentro y a tener las primeras ocasiones, el Valencia estaba a nuestra merced y en estas llegó el primer gol, golazo diría. A partir de aquí si que daba la sensación que en cualquier momento y cuando les apeteciera meterían otro. No atacaban tanto como suelen, pero daba la sensación que era porque así lo querían ellos. Llegó el final de la primera parte y se me antoja que el resultado 0-1 era corto, pero tampoco excesivamente injusto. 
    Como en esta ocasión jugando al fútbol el Valencia no lograba nada, optó por utilizar una estrategia aprendida de sus vecinos del norte: las marrullerías, trampas, engaños, presiones arbitrales y actuaciones circenses. Empezaron a fingir agresiones o acciones violentas donde habían simples entradas (especialmente el lamentable Albelda, quizás amante de Dani Alves, y Jonás). Empezaron a agredir a los nuestros (todavía no sé como acabaron el partido Soldado y Tino Costa tras, esta vez sí, agredir a los nuestros sin estar tan siquiera el balón en juego). Y cómo no!, pedir penas máximas inexistentes, aunque he de reconocer que yo mismo desde mi cómodo asiento en casa llegué a creérmelo. Increíble la visión y templanza del colegiado, que vio lo que casi nadie llegó a ver, al darse cuenta que las manos que pidieron de Arbeloa y de Higuain eran "pechazos" como la copa de un pino.
   Y mientras tanto, ¿qué más?. Pues que los nuestros marcaron un segundo gol tras un excelente cabezazo de Sergio Ramos, que prácticamente en la siguiente jugada ellos metieron su primero tras un rechace afortunado y un gran tiro de Soldado. Que cuando mejor se las veía el Valencia, CR metió el tercero blanco. Y que cuando mejor nos las veíamos nosotros, a Marcelo le dio una especie de parálisis que provocó que un jugador valencianista diera un pase al área pequeña blanca para que, mientras Sergio Ramos se debatía entre ir a preguntar a Marcelo por su estado o despejar la pelota, Soldado se adelantara y marcase su segundo gol. 
   Para finalizar nervios, muchos nervios. Nervios provocados por un emperador cuyos designios son inescrutables. 

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