Lo curiosos de el caso que hoy nos ocupa es que ha sido el primer partido de fútbol en que minuto a minuto, hoja por hoja, no pude quitarme ni por un momento la idea de que realmente estaba leyendo la célebre obra del gran Frank Kafka, "La Metamorfosis".
Todo empezó mientras iba leyendo otro libro (que por épica también podría haber figurado en el título de "la columna" de hoy) en el metro camino del Santiago Bernabéu. A través del facebook y los comentarios de un amigo me enteré de la alineación presentada por el señor Mouriño y lo primero que se me vino a la cabeza fue a once cucarachas (o escarabajos o quién sabe) vestidas de blanco siendo apartadas, arrolladas y finalmente derrotadas por una familia vestida de azul claro. Pensé que si la transformación del Real Madrid del año pasado a este era muy mala, en el partido de hoy nos convertiríamos en un miserable insecto.
Cuando salieron los jugadores para disputar el encuentro (llegué con apenas 10 minutos de antelación y no vi el calentamiento), mis temores se confirmaron. No fue una malévola broma, era cierto, mi odiado tribote salía de inicio con Xabi, Khedira y un cuasi desconocido de blanco Essien. ¿Quién haría el último pase?, ¿quién movería al equipo en las inmediaciones del área?, ¿por qué dejábamos que en nuestro campo y siendo quienes somos nos dominara el rival?. Maldito Mou!!!!. El Real Madrid se dejará morir de inanición por la carencia de hambre de victoria.
Para colmo de males, apenas faltaban 3 minutos para empezar y el campo presentaba más asientos vacíos que "llenos". Pasado ese tiempo apenas había un sólo asiento vacío. Vaya cambio.
Sólo habían pasado un par de minutos desde el pitido inicial cuando lo que mis perplejos ojos veían no se parecía en nada a lo que mi perverso cerebro había ideado. Lo visto era una auténtica transfiguración del Real Madrid de la liga para mejor, para infinitamente mejor. Ahogábamos al todopoderoso Manchester City, no salía de su campo y nosotros les avasallábamos con cuantas armas teníamos a mano, aunque finalmente casi todos los intentos de herir a la bestia eran realizados con tiros a media distancia. Ahora bien, no tiros a lo loco, no, ni mucho menos. Eran tiros tras abrir huecos dentro de lo posible tras "marear" a una ordenadísima e increíblemente poblada defensa visitante. Marramos numerosas ocasiones mientras que los ingleses sólo podían lanzar balonazos para despejar las razias blancas. No, perdonen ustedes, no eran razias, era una verdadera invasión. El campo rival era sólo una pequeña parte del imperio blanco. Así transcurrió toda la primera parte, con un sólo equipo jugando y otro haciendo de frontón.
Es verdad, para que negarlo, faltaba clarísimamente alguien capaz de hacer el último pase, ese que dejara libre de marcaje y prácticamente sólo ante el portero al delantero de turno. Ese jugador que no sólo dejara mareada a la defensa (como estaban haciendo los nuestros), sino que diera la puntilla tumbándola definitivamente. Pero aún así el Real Madrid debió de haberse ido al descanso con un 2 ó 3-0.
Y así acabó el primer acto, con un Madrid arrollador y un Manchester City arrollado. No obstante se notó un bajón físico en nuestros jugadores sobre el minuto 35, pero la superioridad había sido tal que la inercia no desapareció.
Durante el descanso y como es habitual en los partidos de champions, se mostraron minúsculos resúmenes del resto de encuentros que se estaban disputando y cuando se mostró el marcador del Málaga-Zenit (2-0 en ese momento) un "bien" intentó salir por mi boca acompañado de un par de aplausos. El motivo que "el bien" no saliera completo no fue otro que el hecho de que me picara la garganta. ¿Picará? ¿y por qué?. La respuesta fue tan sencilla como sorprendente, apenas habíamos parado de animar durante la primera parte. Ese 95% de negras, muertas y lamentables cucarachas que normalmente pueblan nuestro estadio mutaron en incondicionales aficionados. No eran/mos como los innombrables, pero empujados por éstos tuvimos muchísimos grandes momentos. El ambiente era mágico, por momentos como en los maravillosos 80 y 90 y nuestro casi extinto "miedo escénico" y mi últimamente aburguesada voz lo notó. ¡Quién me lo iba a decir, me estoy haciendo viejo!.
Apenas un par de minutos después del último de los resúmenes salieron nuestros jugadores, seguidos escasos instantes después de los de el equipo inglés. Ni un sólo cambio a la vista, aparte del efectuado en la primera parte por lesión de Nasri en las filas enemigas. A la vez y en la banda salió a calentar Özil. Aquí estaba el jugador que tumbaría a la mareada defensa.
La segunda parte se inició como la primera, un City que no sabía que hacer ante el poderío madridista y unos blancos que buscaban el gol de todas las maneras posibles, pero que no lo encontraban. Iker Casillas, al igual que hiciera en los primeros 45 minutos se dedicó a reflexionar sobre la vida, preguntarse quiénes somos y de dónde venimos, ver el partido o no sé qué. Haría de todo menos intervenir.
Todos los aficionados veíamos que los nuestros merecían mucho mejor premio, todos nosotros seguimos animando y todos nosotros notábamos que esa noche si teníamos delante al Real Madrid, el de siempre. Ese que tanto eché de menos en Sevilla y anteriores ocasiones.
Nada hacía presagiar lo que a continuación iba a pasar, pero en una noche de cambios era hasta lógico. Creo que nadie dudaba que este partido no era igual que el resto y quizás por eso ocurrió lo que siempre ocurre, en el primer tiro a puerta de los rivales, en una jugada llevada a trompicones allá por el minuto 70, el Machester City metió gol. 0-1, injustísimo, pero 0-1.
Pero realmente era un partido diferente. Los primeros en reaccionar los aficionados, que al unísono animamos aún con más fuerza a los nuestros. Nuestro equipo se lo merecía, el partido se lo merecía, la búsqueda de la justicia lo merecía. El Real Madrid adelantó líneas y ya con casi todos los creadores en el campo tocó arrebato. Las ocasiones aumentaron, algo grande se estaba gestando. Pero claro está, nos enfrentábamos al City y con todo nuestro equipo atacando, los de el equipo anglosajón también tuvieron alguna que otra gran ocasión. Marcelo empató el encuentro con un gran gol. La alegría era total y el convencimiento de que iba a ser una gran noche aumentó aún más.Cuando más convencidos estábamos llegó una falta estúpida que como no, siendo una jugada a balón parado contra los nuestros acabó en gol y 1-2. Fue un gran varapalo que duró exactamente lo que tardamos en inhalar una nueva bocanada de aire para gritar como si la vida nos fuera en ello cánticos y ánimos a nuestro equipo. El ambiente lo pedía y no nos hicimos de rogar.
Con prácticamente todo el estadio en pie y cantando Benzema recogió un centro y a la media vuelta tiró pegadito al palo derecho provocando el delirio en las gradas. Nada pudo hacer el portero que previamente había salvado a su equipo en grandes actuaciones. Empate a 2 y como mencioné antes, en un ambiente que resumía a la perfección la frase del mítico Juanito, aunque recortando el tiempo: "6 minuti en el Bernabéu son molto longos".
Y dicho y hecho, con el Madrid enrabietado, con la afición encolerizada y los ingleses acongojados, en el minuto 90 CR (bien en ataque, paradísimo en defensa) metió el gol que definitivamente daba la vuelta al marcador y que hizo estallar en su máxima expresión a los 80.000 aficionados que estábamos en el campo y los millones que estarían en sus casas.
Lo siento, pero no puedo explicar con palabras lo que en ese momento viví y aunque pudiera, no lo haría, pues mancillaría con ellas tan sublime momento. Sólo diré que grité como un poseso, que levanté mis brazos al aire y miré al cielo de Madrid enmarcado por el techo de tan santo lugar dando gracias a un Dios del que sólo me acuerdo en los buenos y malos momentos. Durante esos breves segundos que tengo grabados en mi mente milésima de segundo a milésima de segundo, me dí cuenta que la vista perdía nitidez a la vez que brotaban lágrimas en mis ojos mientras que mi voz se iba ahogando conforme perdía un aire que sólo expulsaba y que no sé por qué motivo, no me daba tiempo a inspirar. Casí ahogado, llorando y plenamente feliz me acordé que tenía que hacer algunas fotos para el blog. Lo hice por instinto, sin "apuntar" ni nada parecido, al bulto. Me daba igual. Siento mi egoísmo en ese momento, estaba extasiado y sólo existía el Bernabéu, que en ese momento era lo mismo que decir que sólo existía yo, o que yo era la misma persona que cualquiera de las 79.999 restantes que había en ese recinto.
El colegiado concedió 3 minutos de descuento que fueron pura fiesta. Sonó el pitido final y pasados un par de minutos ahí seguíamos todos como si acabara de empezar, gritando, cantando, animando... y llorando.
Fue un partido de mil transmutaciones, de millones de sensaciones, de 2 injusticias, pero sobretodo de gran armonía entre el aficionado y el equipo. Una noche imborrable y que de haber sido en un partido de semifinales, habría entrado con letras de oro en las grandes remontadas históricas de nuestro club.
Menos mal que no fue Kafka el encargado de escribir el final. Un final que demuestra que la justicia no siempre es ciega.
Postdata: Volviendo con el coche y escuchando la radio me dio verdadera pena oir a los periodistas del medio que suelo escuchar..., todavía no sé por qué. Venían a decir que el partido se le escapó al Manchester y es que ganando a 5 minutos del final no podían perderlo. Nada se habló de la injusto que eso hubiera sido, ni de que lo realmente extraño era que ellos fueran ganando a esas alturas... y a todas del partido. Imagino que sería por la puntilla soltada por Mou en la rueda de prensa contra ellos. Esa misma puntilla que también fue dirigida a mí por lo que pensé y que asumo y comprendo, pues si soy capaz de "acordarme de la familia de Mou" cuando hace algo que no me gusta, él tiene todo su derecho a hacer lo propio con la mía cuando es él el que acierta. Ah!, y el "asunto Sergio Ramos". Panda de patanes!. Hala Madrid!.
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