Fue de agradecer su propuesta futbolística, valiente y con la defensa muy adelantada, presionando muy arriba y con rápidos movimientos en ataque.
Sólo tuvieron un problema: que la defensa blanca estuvo muy bien y muy rápida, casi tanto como la velocidad con la que perdíamos el balón, muy especialmente en la segunda parte.
Durante la primera el encuentro estuvo más igualado, aunque si es verdad que por ocasiones disfrutamos de algunas más que ellos. No obstante hace muchísimo tiempo que no veía un Real Madrid que llegara tan poco a las inmediaciones del equipo rival y que disfrutara de tan pocas ocasiones.
Es verdad que se me pasó por la cabeza que estaban más pendientes del partido del martes contra el Borussia, que del que estaban disputando. Incluso llegué a excusarles por ello. Pero no, no hay nada que realmente pueda justificar tal inhoperancia. Nada, salvo quizás el buen hacer del Zaragoza.
El caso y para sorpresa de todos, es que ganamos por 4-0. Ganamos por 2 momentos de furia (uno por cada parte) y por cada uno, un par de goles. Nada más ofreció para nuestros intereses este partido.
Era increíble las imprecisiones que tuvimos. Lo sorprendentemente rápido que perdíamos el balón y salvo por esos 2 momentos puntuales, la inexistencia de ideas ofensivas.
Segundos antes del inicio del partido hubo un minuto de silencio (D.E.P. las víctimas de la desgracia del Madrid Arena) que se extendió durante el encuentro y es que apenas ocurrieron cosas que hicieran despertarse a los espectadores de ese supuesto espectáculo. Pero si bien no hubo nada que levantara el ánimo de los aficionados, sigue sin ser de recibo los pitos que los supuestos aficionados blancos hicieron contra su propio equipo. Lo digo y siempre lo diré, mientras nuestros jugadores están disputando el partido hay que apoyarlos hasta el final y punto. Para ir a silbarlos, mejor quedaros en casa y dejáis vuestras entradas o abonos a gente que de verdad va a apoyarles pase lo que pase. Sólo y como siempre hubo un pequeño reducto de aficionados que no dejaron de animar ni un instante, los innombrables.
Pero como no todo podían ser malas noticias y aunque sea algo insultante para nuestro blanco espíritu, hubo cierta influencia barcelonista en nuestro resultado. Y es que los dos primeros goles estuvieron muy acompañados del factor suerte, pues el primero fue tras un rechace del portero que cayó a los pies de Higuain que no perdonó y el segundo tras tres rebotes que cayeron en las mejores condiciones a los de Dí María, que acabó marcando. Antes de esto, apenas un par de cabezazos de CR 7 y poco más.
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